Tras varios meses dirigiendo partidas cada vez más raras y conseguir llevar los personajes a nivel 9, conseguimos voluntarios para probar nuevos juegos: La llamada de Chtulhu, Star Wars, El Señor de los Anillos, Rolemaster y por fin ¡Runequest!. Algunos cuajaron más que otros.
Star Wars nos gustó mucho pero el master venía poco por lo que sólo jugamos 2 o 3 aventuras. Las suficientes para dejarnos con ganas de más. La llamada de Chtulhu no cuajo en absoluto (y eso que es uno de los grandes clásicos del mundillo), Runequest tampoco cuajo, a pesar de jugar un par de aventuras realmente apasionantes, el sistema de magia y los momentos de reacción fueron demasiado para nuestra inexperiencia. El señor de los anillos fue otra historia. Además de tener un master que no faltaba, jugamos una serie de aventuras que, para nosotros se transformaron en clásicos: La Saga del Archimago de Mang-Pang (supongo que influenciado por la isla de Pan-Tang de Elric). El Rolemaster, como la expansión lógica del ESDLA, también tuvo su oportunidad, pero ralentizaba mucho la partida mirar tantas tablas y tampoco cuajó.
Para conseguir nuevo material recurríamos a las fotocopias. Si alguno tenía material que interesaba lo pedía y lo fotocopiaba. También intercambiábamos material con otros grupos. Era una manera barata de conseguir nuevo material en los tiempos en los que no existía internet.
En el 91 cambiamos de edición D&D y pasamos a AD&D, primero con los manuales fotocopiados en inglés, una vez más gracias a Yannick y en el 92 ya me compré los manuales de traducidos publicados por Zinco. Además iniciamos a muchísima gente en el mundillo aunque, lógicamente, no a todos les gustó. También por aquella época perdimos para siempre a dos jugadores: Haymar y Xabier (estéis donde estéis espero que allí también haya JDRs).
La vida transcurría sin grandes sobresaltos por aquel entonces. Nos juntábamos todos los sábados por la tarde a jugar de 4 a 10 y en vacaciones casi todos los días. Probamos juegos de tablero como el Risk, el Junta, el Britannia, el Civilización y el Kremlin. Los 3 últimos fueron los que más nos gustaron pero lo importante para nosotros seguía siendo jugar a Rol y para jugar a rol nos seguía dando igual el sitio. Lógicamente preferíamos cómodas sillas alrededor de una mesa, pero si no era así todavía nos apañábamos.
Poco después llegaron a nuestras mesas el Aquelarre y el Stormbringer que también se convirtieron en juegos habituales. Aunque el grueso de las partidas estaban dedicadas a AD&D y ESDLA.
Entonces surgió la moda de los clubs. Todo grupo de roleros que se preciase debía tener el suyo. Los clubs comenzaron a aparecer como champiñones y, en vez de juntarnos varios grupos para hacer algo grande, cada grupo de jugadores fundó el suyo. No me avergüenza decir que es un proyecto al que me opuse desde el principio. Éramos un grupo de amigos que nos juntábamos para jugar y creía que así estaba bien. Finalmente fundamos el club Noneim (No Name escrito más o menos fonéticamente puesto que no nos pusimos de acuerdo con el nombre). Los miembros de otros clubs nos llamaban “noneimicos”. El club realmente hizo muy poco, publicó un solo número de un fancine (proyecto al que también me opuse puesto que realmente sólo una persona tenía ganas de hacerlo y arrastró al resto) y en toda su historia no consiguió un solo nuevo socio aunque sí conseguimos que viniese nueva gente a jugar y que siguiesen viniendo semana tras semana.
Gwydion.
Nos vemos en la próxima entrada, ¡y jugad mucho hasta entonces!
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